El niño y los cuatro elementos

El niño y los cuatro elementos

En el artículo anterior te hablaba de los dos aspectos que conectan al niño con la naturaleza. Hoy te traigo una herramienta muy útil para acompañar el desarrollo de la maravilla y la reverencia: el juego y la experimentación a través de los elementos.

 

Los cuatro elementos (la tierra, el agua, el aire y el fuego) conforman el mundo natural y, desde siempre, el ser humano se ha sentido fuertemente unido a ellos.

 

De hecho, han estado presentes en todas las culturas del mundo a través de su folklore, tradiciones, historias y rituales. 

Aunque en la actualidad hayamos generado un gran muro entre la naturaleza y las personas, aunque nos lleguemos a creer, a menudo, que este muro nos separa de verdad, la realidad sigue siendo que los cuatro elementos viven dentro y fuera de cada uno, porque nuestra naturaleza profunda sigue siendo humana, sigue formando parte del mundo animal.

Cuando hablamos de vincular o conectar con la naturaleza, hablamos de conectar y vincular con lo que uno mismo es, pues recordemos que somos parte de ella y que, por tanto, se trata de un viaje de ida y vuelta, se trata de un viaje circular. 

 

Los cuatro elementos conforman la vida esencial en la Tierra y representan, de manera simbólica, partes de nuestro propio ser. 

 

Vamos a tratarlos uno a uno para comprenderlo mejor.

 

La Tierra

El elemento tierra nos habla del cuerpo, de la materia. La tierra esconde piedras y miles de tesoros que nos hablan de la historia de la vida, de lo que ha sucedido tiempo atrás. Excavando, haciendo túneles y agujeros jugamos a ser detectives de un mundo subterráneo que desconocemos, de la misma manera que sucede con nuestro mundo interior.

La tierra encierra muchos secretos en verano: esconde fósiles, alberga el mundo de las semillas, las plantas y los árboles, ofrece protección a los insectos y los gusanos, y da hogar a una infinidad de seres vivos. 

Permitir el juego con la tierra es vital para el niño, pues cada hallazgo en ella es experimentado con la gran satisfacción de quién encuentra un tesoro.

 

El agua

El elemento agua nos habla del mundo emocional, de lo que sentimos, de lo que no hemos expresado. Nos conecta directamente al vientre de la mamá, al momento de la gestación en el que, en paz y conexión total, nos desarrollábamos. Este es el motivo por el que una bañera calentita o un baño relajante resulta tan agradable, para niños y adultos.

Especialmente en verano, el agua es una fuente de experiencias gratificantes muy importante, para el niño. El mar es un “parque infantil” gigantesco donde se puede chapotear, nadar y salpicar, y es el hogar de infinidad de formas vivas que, acompañadas de la sal y el yodo, son fuente de salud.

El agua y la tierra crean el barro, una mezcla maravillosa para convertirnos en artesanos de formas que, gracias al poder del sol, quedarán rígidas y podremos utilizar.

 

El aire

El elemento aire nos habla de nuestras palabras, de la fuerza del pensamiento, de la comunicación.

Cuando los niños vivencian la fuerza del aire o del viento, se crea una fascinación profunda: la experiencia de sentirse atravesados por el viento, balanceándose en un columpio; la experiencia de escuchar su silbido golpeando las ventanas y las puertas, haciendo patente su poder; la experiencia de hacer volar una cometa o mover los molinillos de viento. 

El viento es poderoso y, jugando con él, experimentando su fuerza a través del vuelo de una tela, cinta o avión de papel, nos hacemos conscientes de su existencia, aunque no se pueda ver.

 

El fuego

El fuego representa al espíritu: la creatividad, la pasión, la llama interior que nos conecta con la vida.

Durante mucho tiempo, el fuego del hogar ha sido el centro de la vida del ser humano. Nos ha permitido calentarnos, preparar la comida y cobijar conversaciones. ¡Cuántas historias de tradición oral se han perpetuado alrededor de las lumbres del hogar!

En todo el mundo los fuegos artificiales, los farolillos, las fogatas y las barbacoas están presentes en las fiestas populares. 

Además, haciendo patente la alusión del fuego y el espíritu, en incontables ceremonias religiosas las velas constituyen un elemento esencial para recordarnos nuestra solicitud, nuestro agradecimiento, nuestra búsqueda de luz en la oscuridad. 

Experimentar el fuego puede ser una actividad fascinante, siempre con el acompañamiento del adulto. El niño puede participar, por ejemplo, prendiendo una vela con una cerilla larga, ayudando a encender el fuego de la barbacoa o cortando los productos que pondremos en las brasas.

 

Bajo la cuidadosa mirada de una persona adulta, hay muchas maneras de que los niños experimenten estos cuatro elementos de una manera positiva y disfruten en la naturaleza, durante todo el año.

 

 Es de vital importancia, por tanto, que los niños puedan vincularse con el entorno natural y sus elementos, a través del juego y la experimentación. Haciéndolo les estamos acompañando, no solamente en el conocimiento del entorno, sino también del conocimiento de sí mismos.

 

El verano es una época especialmente propicia para que el niño tenga contacto con los cuatro elementos que son esenciales para la vida: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Este hecho le acercará a una experiencia llena de verdad y generará un vínculo sano y provechoso con la Tierra en la que vivimos y con sus fuerzas que, ahora ya lo sabes, son también las nuestras.

 

¡Es una época ideal para estar al aire libre y disfrutar!

 

Deseo que este verano puedas disfrutar de mucho tiempo en el aire libre, ofreciendo espacios de experimentación y juego cuidados, con tus niños.

Un abrazo,

Àuria.



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