El aire trae la esencia del otoño, ¿la hueles? Los días se acortan y las lluvias aparecen. Falta poco para el equinoccio.
A partir de este momento, la naturaleza se preparará para entrar a la mitad más difícil del año y los animales recogerán provisiones o migrarán hacia lugares más cálidos.
Para nosotros el final del verano también es significativo, pues después de las vacaciones llega la vuelta al cole. Después de vivir la estación de expansión por excelencia llega el recogimiento en forma de ritmo, rutinas y orden.
Llega septiembre.
Para los niños este es un momento clave, delicado y, en muchas ocasiones, difícil.
Pero, ¿de qué manera nosotros, los adultos, podemos hacer a los niños más fácil la vuelta al ritmo escolar?
Hoy te traemos 8 claves que te pueden ayudar.
1. Conocer e integrar el ritmo de expansión y concentración:
Es importante tener un buen ritmo en el día a día, uno que alterne actividades de expansión y de concentración. Para comprender el ritmo orgánico del que hablamos, un ejemplo muy claro es el de la respiración. De la misma manera que necesitamos expirar (soltar aire) e inspirar (coger aire) para vivir, necesitamos también crear un ritmo diario que combine la expansión (jugar, saltar, bailar, correr...) y la concentración (una manualidad, escuchar un cuento, descansar...).
Además, el niño se sentirá mucho más tranquilo si sabe lo que vendrá después, por lo que es una buena idea poner a la vista, y de una manera clara, un calendario que muestre mediante imágenes o símbolos, cada una de las actividades de cada día.
2. Establecer unas rutinas claras:
Para evitar alargar momentos como el de ir a la cama, por ejemplo, resulta muy beneficioso crear una serie de pautas tranquilas, con alguna rutina, y hacerlas cada día. El baño, lavarse los pies con agua tibia y sal, lavarse los dientes, ponerse el pijama y leer un cuento o cantar una canción. Cuando son más mayores, puede ser el momento de tener una conversación sobre cómo ha ido el día.
3. Acompañar las transiciones entre actividades:
Uno de los momentos más delicados es el tránsito entre actividades. Por ejemplo, a la hora de dejar de jugar para ir a comer o dejar de explicarnos historias para ir a dormir, el niño puede tener dificultad.
Estos momentos, sobretodo al final del día, cuando los adultos estamos muy cansados, pueden ser fuente de conflictos. Es importante programar la hora de ir a dormir del niño, antes de sentirnos tan cansados, pues cuando estamos tensos el niño se da cuenta. Si podemos hacer unas respiraciones e intentar relajarnos, se dormirá antes y los conflictos disminuirán.
4. Confiar en el niño:
Ser conscientes de que el niño está en proceso de adaptación a un nuevo ritmo es importante, pero ser conscientes de que el niño tiene la capacidad de adaptarse, confiar en él, también lo es.
En estos delicados momentos en los que empieza un nuevo ritmo, puede suceder que el niño rechace la comida que le preparamos, o cualquier otro aspecto del día a día, que antes sucedía sin complicaciones. El niño siente la necesidad de afirmación ante el adulto y lo expresará negando aquello que sabe que le preocupa, por ejemplo, la comida. Es importante darnos cuenta de ello, estar tranquilos y confiar en él. Sin necesidad de distraer su emoción a través de pantallas, podemos salir un momento del lugar en el que estamos, respirar y volver con una actitud positiva.
5. Traer la belleza de lo sencillo a cada actividad:
Los momentos más sencillos del día a día, que forman parte del ritmo habitual, como puede ser la hora de comer, del baño o de ir a dormir, pueden convertirse en rituales si los embellecemos de alguna manera especial.
Por ejemplo, podemos convertir el momento de comer en un bello ritual si ponemos una planta en el centro de la mesa, o una vela, si cantamos una canción específica para este momento, si ponemos intención y presencia. El baño puede ser un momento en el que la música relajante o una gotita de un aceite esencial le cuiden, mientras su cuerpo se relaja y el adulto está presente.
El niño es muy sensible a su entorno y su sensibilidad está abierta a recibir la belleza de lo que le rodea. Este hecho ayudará a que el ritmo sea integrado antes y generará un vínculo muy especial con el adulto que está preparando la actividad, para vivirla juntos.
6. Hacer al niño partícipe del proceso:
También es muy útil que el niño participe en la preparación de las actividades diarias. Podemos pedirle que nos ayude a preparar la comida, cortando la verdura o la fruta, por ejemplo.También podemos hacer las velas o ir a escoger la planta que embellecerá la mesa. Preguntarle qué música le apetecería escuchar mientras se baña o cuál desea que cantemos juntos hará que se sienta partícipe del proceso, y este hecho será muy beneficioso para su proceso de adaptación.
7. Buscar las razones ocultas en el mal comportamiento:
Es importante no recompensar la mala conducta con gritos o golpes, que resultan humillantes, disminuyen la autoestima y nos crean un sentimiento de culpabilidad.
El niño expresa sus necesidades a través del comportamiento, y cuanto más nos disgustamos con él, más difícil es su conducta. Es necesario, por tanto, buscar las razones ocultas (¿el cansancio?, ¿los celos?, ¿un mal día en el colegio?). Si nos preguntamos cuál es el problema real y tratamos de resolver la situación, su comportamiento mejorará.
Cuando estamos en una situación compleja y estresante, nosotros también podemos expresar nuestra debilidad y entablar un juego para descargar, juntos, nuestras emociones. ¡Hacerlos reír puede ayudar a descargar la tensión acumulada para sentirse más confiados y relajados!
8. Cuidarnos para poder acompañar:
Si no nos cuidamos a nosotros mismos, ¿cómo vamos a poder acompañar?
Algunas dinámicas que nos cuidan son:
- Mantener los límites que hemos puesto, con autoridad y con amor.
- ¡Recordar que tenemos derecho a decir que no!
- Salir de la habitación durante algunos segundos, para respirar, contar hasta diez y calmarnos, cuando hay situaciones de tensión.
- No caer en situaciones de autosacrificio que nos desvalorizan y restan energía.
Y, para terminar, tres recomendaciones para facilitar los primeros días de escuela:
- En los primeros días de escuela hay un proceso de adaptación que el niño ha de transitar, aunque ya conozca a los maestros y a los compañeros.
- Es preferible no preguntar a los niños cómo les ha ido en el colegio, y esperar a que sean ellos los que se expresen cuando lo necesiten, sin dejar de acompañarlos.
- Crear unos hábitos que les permitan compartir su día a día con los demás, sin tensiones y, a poder ser, libres de actividades extraescolares al principio, les ayudará a estar más contentos y descansados, y esto ayudará en el delicado proceso de adaptación.
¡Ojalá este post te ayude a ti y a tu familia, en estos momentos de adaptación al nuevo ritmo!
Un abrazo,
Àuria.